sábado, 20 de agosto de 2011

BLANCO NOCTURNO



BLANCO NOCTURNO - Ricardo Piglia


Esta tarde toca Club de Lectura Naturista. Hemos leído Blanco Nocturno, del escritor argentino Ricardo Piglia que es un buen escritor, pero a mí la novela…qué quieres que te diga. Que para llegar a la conclusión de que la vida no merece la pena, ya tiene una a la misma vida.

A mí me gusta que los libros se pasen. Quiero decir que esperas algo más de lo que la vida suele dar. O sea, más mala o más buena, pero para quedar ahí a media agua y ganando siempre el sinvergüenza ya tenemos a nuestros propios sinvergüenzas.

Blanco Nocturno oscurece más que clarifica. Empieza la novela con un protagonista claro, asesinadito, que a mitad de la susodicha va perdiendo protagonismo y al final ni nos importa y nos da igual quién lo haya matado. Este chico, mulatillo me lo represento yo, guapo y buen mozo, llega a un pueblo eminentemente ganadero y agrícola de la Pampa Argentina creíamos en un principio que atraído por los atractivos de unas gemelas pelirrojas. Pues no. Llega para llevar dinero que no ha sido declarado. Nada romántico. Pero al ser asesinado, además de las gemelas, aparece el comisario Croce y su ayudante, el fiscal, el perro, el jockey. el periodista de la capital, el padre de las gemelas, la madre (gran lectora), los hermanos y la madre de los hermanos.

¿Creíais que al transcurrir todo en un pueblo de la Pampa iba a ser una narración bucólica? Os habéis equivocado de medio a medio. En este pueblo, habitado mayormente por humanos, todo es exactamente así, humano.

¿Qué os creíais que el moquillo Croce iba a meter en la cárcel al culpable? Pues desde ya os digo que nato de nato ¿Qué pensabais que el injustamente encarcelado japonés iba a salir de la prisión al descubrirse que él no había matado al guapo apostador? Pues mira, ni te lo leas, ya te digo yo que aun está entre rejas depilándose las cejas.

Pero, pero, con tanta humanidad y tanto reflejo de la realidad, hay una cosa que no me gusta en la novela de Piglia, que los personajes me resultan tipos; el bueno puede estar como una cabra, pero cabra lucera; el malo, el fiscal, es feo , repulsivo; las guapas e instruidas gemelas sólo piensan en encamarse; el superingeniero del hermano es el típico sabio que sabe mucho de inventar aparatos, pero al pobre se las dan todas con queso y él es incapaz de defenderse. Pero no pasa nada porque para eso se ha construido una nave espacial sin ruedas que sólo le sirve de balcón con vistas ¿Qué se supone que era?

Y el padre. Habrá que leer más a Jung, porque Piglia, cuando ya ha enredado todo lo que ha podido, nos sale con el inconsciente colectivo y ahí sí que patinan mis neuronas (pocas, lo reconozco). Es como la frase del sabio indio que me deja peor que estaba.

Vale, está bien escrita, pero mira a mí no me ha llegado al alma. Pero más la primera mitad.


ROSA LLORENS

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